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16 de mayo 2017
Ana Muga - Coordinadora No Mas AFP.cl
La primera pregunta que debemos
formularnos transcurrido 10 meses desde que el 24 de julio lanzáramos la primera marcha nacional
es: ¿Por qué un Plebiscito? ¿Es este acto, un acto de desmovilización? ¿Supone
este hecho político, supeditarse a una determinada estrategia electoral?
¿Cuáles serían las ventajas y desventajas de llevar adelante una actividad como
esta?
Lo primero, para responder las
legítimas interrogantes que surgen desde diversos ángulos, es necesario un
pequeño balance, de forma tal de contextualizar el escenario político en el que
se lanza este desafío.
A diez meses, en las que hemos
efectuado 4 marchas, una protesta y un paro nacional, se han sucedido varios
hechos.
Ha permanecido latente en los medios a pesar de
los esfuerzos del gobierno, de los empresarios y de los políticos que defienden
las AFP, el tema previsional. Millones de recursos económicos, obtenidos de los
trabajadores se destinan a campañas de propaganda para atacar nuestro
movimiento. El dogma monetarista está
presente en todo el “discurso
oficial” de los que defienden las AFP, entiéndase: gobierno, políticos
profesionales, grandes empresarios, académicos y seudo intelectuales pagados
por las grandes corporaciones nacionales y extranjeras. Todos han cerrado filas
para atacar los sistemas de reparto solidarios. En eso, han sido coherentes,
defienden el “individualismo” por sobre la solidaridad, pues saben que lo único
que da identidad y sentido al pueblo trabajador es sentirse protagonista de su
presente y futuro. Por tanto, está en pugna como nunca, esta visión
irreconciliable de aquellos que sustentan la política del “ráscate por tus
propias uñas”, con aquellos que seguimos creyendo en la solidaridad. Ese
enfrentamiento conceptual es al mismo tiempo, una disputa material, práctica,
concreta.
Nuestra lucha por restablecer un
derecho fundamental como la Seguridad Social y rechazar el discurso
predominante de quienes se han hecho del poder en estos 43 años, es
determinante.
Es y será la disputa que
deberemos librar en los próximos años, así de simple: o se restituye para los
chilenos un sistema que garantice derechos esenciales que ya habíamos logrado
en las décadas pasadas, y que fueron expropiadas por la fuerza bajo la tiranía
y consolidadas por los gobiernos seudo democráticos al servicio del gran
capital en estos últimos años, o, desarrollamos a partir de esta
convicción, un plan de concientización, de organización y de
lucha, que haga posible acabar con este sistema impuesto.
Estamos frente a un Estado
corrupto. Prácticamente no existe institución que no haya sido contaminada por
conductas espurias. El gobierno, el Congreso, los partidos políticos, los
empresarios, la Iglesia, el Ejército, Carabineros y lo más grave para el mundo
del trabajo, la propia Central, la CUT.
Mientras observamos diariamente
actos de corrupción, las mayorías, los que viven de un salario precario, los
que no tienen empleo y deben sobrevivir en condiciones inhumanas, quedamos
indefensos ante un sistema construido y perfeccionado en 43 años para servir
los intereses de las minorías. Agrava esta situación, pues el empleo informal
aumenta y no contamos con Seguridad Social.
Tomamos nota de que la Educación,
a pesar de los miles y miles de estudiantes movilizados exigiendo gratuidad y
educación de calidad no son escuchados. El modelo curricular debe responder y
satisfacer el diseño social y garantizar la reproducción del mismo al servicio
de los intereses vinculados al poder.
La Salud Pública sigue el
derrotero que siguen todos los derechos
esenciales, la lógica privatizadora no se detiene. Y aunque sean miles los
ejemplos de que no es posible continuar así, el Estado desdeña la demanda
social, pues se debe aplicar las recomendaciones del Banco Mundial y los
organismos internacionales que persisten en atentar contra nuestra soberanía en
beneficio del capital trasnacional. La Salud en Chile aumenta su deterioro.
Mientras los hospitales públicos carecen de la suficiente infraestructura e
instrumental clínico y médico, proliferan fastuosas clínicas privadas, que
además, reciben directa e indirectamente trasferencias de recursos públicos.
En el ámbito de otro derecho
esencial como es la “vivienda digna”, nuestro país avanza a una velocidad
impresionante para convertir en verdaderos ghettos humanos la edificación de
viviendas indignas, que vulneran violentamente los derechos humanos de las
personas y satisfacen los apetitos ilegítimos de las inmobiliarias, muchas de
ellas vinculadas directamente a partidos políticos y financiadas con los
ahorros previsionales de los trabajadores.
Otra ironía más de este sistema
Es decir, los derechos
fundamentales como la educación, la vivienda digna, la salud y la previsión han
sido conculcados y no existe voluntad alguna por detener esta furia empresarial
capitalista contra los trabajadores y los sectores más desposeídos.
La guerra está planteada, ellos
la declararon. Un estado que niega a su pueblo derechos esenciales, abre el
legítimo derecho para que un pueblo tome en sus manos el camino que considere
más justo, más adecuado y más posible para impedir la continuación de esta
ofensiva contra una mayoría que pide, que exige respeto a cuestiones básicas
que ya como sociedad habíamos logrado en décadas anteriores.
En este contexto, de lucha y no
de pasividad, que planteamos llevar adelante el Plebiscito. Como un acto de
concientización, de movilización, de organización y por sobre todo, como un
acto político de restitución de la dignidad humana que no está dispuesto a
tolerar pasivamente como asaltan el Estado para satisfacer intereses mezquinos
de pequeñas minorías.
La complejidad de un plebiscito
La organización de un plebiscito
nacional exige una movilización y organización realmente importante, que nos
permitiría reforzar las voluntades nucleadas en torno al movimiento NO + AFP.
Un plebiscito serio, exige
algunas garantías básicas para asegurar la credibilidad de sus resultados,
tales como padrones electorales y observadores nacionales e internacionales
independientes. De otra manera, no sería mucho más que la repetición del acto fraudulento
de la dictadura de 1980, en el que se aprobó la Constitución que en lo medular
todavía está vigente, y por lo mismo sería un desperdicio de energías.
Tampoco puede ser la repetición
del Plebiscito del 5 de octubre de 1988 cuyo mandato entregado por el pueblo
para terminar con el diseño de la dictadura, fue negociado y traicionado en
beneficio de los mismos que destruyeron la democracia.
No es la repetición de la
consigna: “la alegría ya viene”, la que nunca llegó
Es la rememoración de una fecha
histórica; pero con la distinción que lo haremos desde la base, desde los
trabajadores, con sus organizaciones, con los estudiantes, con los pobladores,
con los pueblos originarios, con los ecologistas, con las organizaciones
representantes de la diversidad sexual, es decir, con toda la comunidad
empoderada, ejercitando de forma activa el ejercicio de sus derechos, o sea,
ejercitando el poder del pueblo, el poder de las mayorías. Ese es el desafío.
Un referéndum exitoso en el que uno o dos millones de votantes se pronuncien en favor
de terminar con las AFP y con la capitalización individual y, se manifiesten por la Propuesta de Coordinadora Nacional de
Trabajadores que propone un sistema de reparto solidario, dejará en el suelo
las campañas de los medios masivos de comunicación controlados por el gran
empresariado y los aparatos políticos descompuestos a su servicio, que tratan
de presentarnos como un grupo irresponsable con una representación minoritaria.
El referéndum tensiona la
institucionalidad, pone en juego el poder, o dicho de otro modo, valida la
legitimidad de los actos y reconoce a quien o quienes deben y pueden dirigir el
Estado. Es la discusión de la soberanía, la discusión del poder. Sí del poder.
Incluso tiene un componente de
pacifica subversión. Un plebiscito auto organizado no cabe en la
institucionalidad vigente que fue ideada bajo la dictadura y profundizada en
los gobiernos civiles posteriores, justamente para negar el ejercicio de la
democracia, negar la soberanía al pueblo.
La organización del Plebiscito
tiene como condición la participación activa de las principales organizaciones
sindicales y sociales, en todas las
comunas.
Es la consulta y al mismo tiempo
la orden que da el pueblo, la plebes. Es un mandato irrevocable para que se
haga la voluntad popular y no otra.
El plebiscito exigirá tener responsables de la agitación,
organización y propaganda, y asegurar la realización material de la consulta en
todo el país. Por lo mismo, un resultado que no hay que despreciar del trabajo
antes y después de la consulta, es el restablecimiento de las confianzas y del
tejido social roto en el país.
No se puede exacerbar antes de
tiempo los prejuicios sobre esta estrategia. A priori, desechar formas de lucha
concretas, supone arrogarse el papel de vanguardia que no somos. Implica caer
en las viejas y fracasadas estrategias que suplantas el rol participativo de
las mayorías por supuestos liderazgos oscuros que desde las sombras suenan y
resuenan levantando solo consignas; pero, que medidos por resultados terminan
siendo funcionales al status quo.
Se trata de hacer política real.
Apostar a la gente. Apostar con la gente. Ese ha sido, quizá el éxito de esta
Coordinadora Nacional, surgida hace cuatro años, con la clara convicción de que
la unidad está determinada por la lucha contra las AFP, ese es nuestro fin,
nuestra meta y hacia allá debemos colocar nuestras energías.
El plebiscito en funcional a
nuestra estrategia. No es un fin en sí, es un medio para.
Permite al pueblo trabajador
ejercer su soberanía aunque sea limitadamente mediante el ejercicio de la
opinión. Se organiza, auto convocado por fuera de las instituciones controladas
por las elites, y ese solo ejercicio plebiscitario desnuda la falsedad
ideológica sobre la que se funda la institucionalidad actual, que se supone, se
afirma en la democracia como expresión de la soberanía nacional y popular,
mientras en la práctica niega al pueblo y a
la ciudadanía la posibilidad de ejercitarla, salvo con los rituales
electorales para elegir representantes que luego escapan a todo control y
posibilidad de remoción por decisión ciudadana, incluso cuando quedan a la luz
graves casos de corrupción en favor de grupos empresariales, financiamiento
ilegal de campañas por grandes empresas chilenas y multinacionales, con el
agravamente que han legislado en relación con sus intereses.
El Plebiscito entendido como una
forma de movilización de miles de compatriotas, tras un objetivo que cuestiona
el ordenamiento político institucional, es en sí, un acto de soberanía y
disputa. Es definitiva una disputa por el poder.
El referéndum legitimará a
nuestro movimiento como la representación legitima de las aspiraciones de
nuestro pueblo, demostrará una capacidad organizativa e influencia social que
no tiene nadie en nuestro país. Una enorme capacidad de realizar cosas, con
independencia política de los poderosos, sin subsidios estatales y sin dineros
del gran empresariado.
El plebiscito nos permite
interactuar con la gente para explicar nuestra crítica al sistema de AFP y al
modelo de crecimiento económico concentrador de la riqueza y la propiedad en
manos de una pequeña elite, permitiendo dar un paso adelante en los niveles de
comprensión y de conciencia de la mayoría de las familias trabajadoras.
Entrando con nuestra propuesta, que es la base para la transformación social
responsable de nuestra sociedad en el terreno en disputa de la opinión pública.
Durante años la dirección de la
CUT ha llamado a paros nacionales, sin preparación efectiva, seguidos de
modestas manifestaciones, que en general no han traspasado a sectores de
empleados públicos, y no han paralizado el aparato productivo. Este tipo de
acciones sirve más bien como una válvula para dejar salir vapor de la caldera
social en ebullición, y como justificación para funcionarios sindicales que
luego pueden decir que “nosotros intentamos el paro general pero si no se
consigue es culpa del pueblo que no responde”.
Por cierto, los niveles de conciencia y compromiso con el
movimiento NO + AFP son dispares, en
nuestro movimiento y en nuestro pueblo. Cuando algunos recién están dispuestos
a participar en las marchas multitudinarias, otros ya se han cansado de los
escasos resultados de las marchas, y unos se sienten derrotados y se restan
mientras que otros entienden la necesidad de pasar a formas de acción
superiores como el paro nacional.
No podemos además minimizar
alegremente los efectos del periodo electoral que ya se nos viene encima, y la
fuerte campaña en los medios y las redes contra las propuestas de NO + AFP y
sus voceros, necesitamos una respuesta político-social que nos permita hacer
frente a un periodo que en principio es difícil para los movimientos sociales.
El trabajo de organización del referéndum mantendrá a nuestro movimiento con la
mística y el entusiasmo necesario para terminar este año fortalecidos, cuando
nuestros enemigos esperan que no agotemos, y disminuya nuestra energía como
sucedió en su momento al movimiento estudiantil.
Solamente ganando las mentes y
los corazones de la gente trabajadora, con una propuesta seria, y con
liderazgos honestos, creíbles y capaces, será posible avanzar hacia formas de
lucha superiores de desobediencia civil, como la protesta y el paro nacional.
No hay atajos para la tarea
permanente y cotidiana, la simple voluntad discursiva no reemplaza la necesidad
de ganar para la acción a la mayoría de la población. Este tipo de acciones, especialmente el paro
nacional, hay que prepararlas seriamente y asegurar el resultado, al menos
medianamente exitoso, de otra manera existe la amenaza de un retroceso y
desmoralización.
La tarea que nos hemos propuesto
está a la altura de las grandes movilizaciones que hemos efectuados.
El Plebiscito es una apuesta, que
debemos evaluar permanentemente, la concreción del mismo, siempre dependerá de
la capacidad de convencer con las armas de la razón a los que no logran comprender el alcance de este desafío,
así como también a aquellos que legítimamente no lo vislumbran como parte de
un proceso movilizador.
Ese es el desafío.
Chile ya despertó y no podrán
detenernos.
Por Luis Mesina
Vocero Coordinadora Nacional de
Trabajadores/as NO+AFP
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